Os traemos a «Echando raíces» el testimonio de Mirela, una mujer que a pesar de las múltiples discriminaciones que ha sufrido, ha llegado a construir un nutrido entorno social en Elche.

Mirela es una mujer procedente de Rumanía. Llegó a España hace 10 años en busca de una vida mejor. Su camino, desde que dejó su país, no ha sido fácil y ha estado lleno de dificultades, la mayoría de ellas relacionadas con su lugar de procedencia. Como ella comenta en varias ocasiones y, sobre todo, al comienzo de su vida en España, ocultó que era rumana por miedo a no conseguir un empleo.

Mirela estudió la carrera de enfermería y llegó a trabajar durante 8 años en el ámbito de la salud en su país de origen. El motivo que la impulsó a venir a España y dejar la estabilidad construida en su país era obtener unas mejoras salariales que le permitieran ofrecer unos estudios universitarios a sus hijos, quienes entonces tenían 18 y 20 años. Ella, como otras tantas mujeres que migran, una vez en España se vio abocada a dedicar su vida laboral a tareas muy diferentes para las que se formó, como limpieza (trabajando por horas en diferentes lugares), cuidado de personas mayores (estuvo 7 años con una misma mujer), envasadora de productos alimentarios (estuvo durante 1 año pero apenas tiene unos meses de contrato). Trabajos que fue desarrollando de manera paralela como podía: el pluriempleo y el trabajo precario es otra de las características que comparten muchas mujeres migrantes, realizando trabajos que socialmente son destinadas a las mujeres, impidiendo el acceso a mejoras laborales y salariales.

Cuando llegó a España no hablaba español y, a pesar de intentarse comunicar en inglés o francés, no fue fácil la comunicación con la mayoría de personas españolas. Debido a ello estuvo yendo a clases de español durante 4 meses en entidades no lucrativas y desde el principio procuró practicar al máximo el idioma para aprenderlo. A día de hoy, Mirela maneja un completo dominio del castellano, además de hablar otros tres idiomas: inglés, alemán y rumano.

Sus expectativas al principio eran regresar a su país, sin embargo conforme pasó el tiempo prefirió traer a sus hijos puesto que su familia es lo más importante para ella. Uno de sus hijos estuvo 5 años en Elche, pero ante las dificultades laborales decidió mudarse y ahora trabaja en Alemania.

Mirela ya había empezado a construir una vida en España y cuando ya pensaba que tras tantos años de trabajo y sacrificio había conseguido la tan preciada estabilidad que anhelaba, su vida dio un cambio radical. Mirela sufrió un atropello que le dejó graves secuelas físicas. Desde entonces, tuvo que dejar de trabajar y su vida comenzó a ser de nuevo una carrera de obstáculos ante los cuáles se encontraba demasiado sola y débil. De nuevo su nacionalidad supuso una barrera para demandar sus derechos como persona con discapacidad. Sin embargo ella continúa luchando y haciendo todo lo que está en sus manos para estar mejor.

Cualquiera que se vea en una situación similar puede entender lo difícil que es ver el vaso medio lleno o un poco de sol a un cielo que parece completamente oscuro. Sin embargo, ella ha aprendido a construir su propia luz. Desde que dejó de trabajar, ha realizado diversos cursos formativos y ha participado en talleres de discusión y construcción de redes en el entorno.

Mirela mantiene relación con personas queridas que viven en Rumanía, pero como ella dice “corazón que no ve, corazón que no siente”. Esto, unido a las dificultades provocadas por su adquirida discapacidad, ha determinado el quedarse aquí: “ya he construido mi vida aquí y lo de allí, lo que tenía antes, lo he perdido. Mantengo relación con personas cercanas pero no es lo mismo”.

Actualmente, Mirela lleva un año y medio sin ver a su familia, quienes en la distancia siguen siendo las personas más importantes de su vida. Su sueño es ver pronto a su nieto de 7 años, pero las dificultades económicas impiden este rencuentro, viéndose de alguna manera encerrada. Como ella dice “estoy en el medio: ni para allá, ni para acá…”.

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Gracias enormemente a Mirela por compartir con nosotras y nosotros no sólo su historia, sino también sus valores y cariño. Actualmente, Mirela es voluntaria en Elche Acoge y nos acompaña haciendo lo que más le gusta, ayudar a otras personas. Ella es un ejemplo de fuerza y aliento para todas y todos.

Escrito por Beatriz Moreno Amador, psicóloga en el Área de Igualdad y Género de la Fundación Elche Acoge.cropped-ELCHE-ACOGE-LOGO