El desplazamiento de personas es un hecho que ha existido mucho antes de trazar fronteras entre países. Posteriormente se observan movimientos de personas dentro y fuera de las fronteras de un país. En un mundo cada vez más globalizado la migración internacional se ha visto acelerada en las últimas décadas. Actualmente, se estima que hay alrededor de 250 millones de migrantes a nivel global, es decir, un 3,4% de la población mundial hoy en día es migrante. En España, hay más de 4,5 millones personas extranjeras, y yo soy una de ellas.

Me llamo Radostina y trabajo en Procomar como mediadora intercultural con búlgaro e inglés. Nací y viví en Bulgaria hasta los 17 años, momento en que mi familia y yo nos mudamos a España en busca de mejores condiciones de vida – esperanza común de las personas inmigrantes. Lo que hago ahora como trabajo – apoyar a inmigrantes en las diferentes etapas de su instalación en el nuevo lugar – lo experimenté como usuaria de la organización.

A continuación, me gustaría compartir mis reflexiones sobre la inmigración y el establecimiento en el país de acogida. Todas son fruto de conversaciones con amigos y compañeras de trabajo, además de relatos de usuarios y usuarias. Desde aquí me gustaría darles las gracias por los debates y todo lo que me han enseñado.

  • La integración en el país de acogida es un proceso particular que cada individuo experimenta de modo diferente.

Desde el momento en el que se conoce que se emigrará se activan una serie de protocolos. Empieza un proceso administrativo (preparación de papeles, deshacerse de pertenencias, decidir qué llevarse…), otro social (despedirse de familiares, amigos, puede que también de escuela o trabajo, asumir que no estarán en momentos importantes), y otro psicológico (aceptar la pérdida de la estabilidad y lo conocido, abrirse para aprender lo desconocido).

Por muy buena que sea la preparación a todos estos niveles, marcharse cuesta y llegar a instalarse al nuevo país cuesta todavía más, a pesar de llegar con inmensa ilusión para comenzar una nueva vida. Es el momento de rehacer lo mismo que se deshizo al irse, pero con más dificultades y obstáculos debido a barreras lingüísticas, desconocimiento de trámites burocráticos y costumbres diferentes. Todo este proceso pone a prueba los recursos psicológicos que la persona dispone.

Tras los primeros momentos críticos de la llegada, se empieza otro – el duelo migratorio que consiste en el malestar por la pérdida del hogar, de las relaciones sociales y familiares, del trabajo, de la identidad. Por otra parte, la persona  inmigrante probablemente se da cuenta de las falsas expectativas e idealizaciones que ha tenido acerca del país de acogida, lo cual genera frustración y dificulta de adaptación en algunos casos.

Cada persona es un mundo en sí, tiene su propio bagaje emocional junto con diferentes maneras y recursos para afrontar situaciones tan dramáticas como convertirse en inmigrante. Aun siendo dos personas de la misma familia que han llegado al país de acogida al mismo tiempo y en las mismas condiciones, vivirán el cambio cada una a su manera. La integración en la sociedad de acogida sería lo ideal pero la realidad de cada persona es mucho más compleja que adoptar la lengua y las costumbres y hacer nuevos amigos.

  • El choque cultural inverso es inevitable

Efectivamente, con la integración se añaden nuevas costumbres y conceptos culturales a los que se traen del lugar de procedencia. Al regresar al país de origen, bien para visitar la familia o volver definitivamente, se produce de nuevo un choque cultural de manera inversa.

Tras haber vivido fuera, determinados aspectos de la cultura de origen impactan ahora por lo que es normal que se desee introducir en la vida costumbres del país de acogida que no siempre están bien recibidas por los demás. Se termina por conocer lo mejor y peor de dos culturas diferentes, y uno puede llegar a identificarse parcialmente con ambas pero con ninguna completamente.

  • A veces la barrera lingüística no es la que impide la comunicación

Generalmente, en el proceso comunicativo intervienen dos partes, el emisor y el receptor del mensaje. No obstante, hay momentos en el que el mensaje no es solamente verbal, sino que se emplea lenguaje no verbal que puede llevar a malentendidos y discusiones.  Simplemente hay que tener en cuenta que se requiere más paciencia y empatía en la comunicación con personas de otras culturas que están aprendiendo las costumbres y la lengua. Un ejemplo: mover la cabeza para decir “sí” como se hace en España, sería “no” en Bulgaria.

  • La sensación de soledad de las mujeres víctimas de violencia de género

Si bien el proceso de instalarse en un nuevo país es un proceso largo, puede hacerse interminable en una situación de violencia de género. Hay ciertos casos en los que las mujeres no se identifican como víctimas debido a la cultura del lugar de procedencia, lo que les hace todavía más vulnerables. En otras ocasiones, el desconocimiento de las instituciones, el temor de las autoridades en las situaciones de situación administrativa irregular y la dependencia económica son factores que complican una posible separación ya que la mujer cuenta con una red de apoyo reducida o ausente fuera del matrimonio. En estos casos, la labor de profesionales en organizaciones como Procomar Valladolid Acoge y de trabajadores sociales es clave.

Por último, solamente me gustaría concienciar a la gente para tratar de identificar los estereotipos que surgen cuando etiquetamos a una persona como inmigrante y a ser más curiosa por conocer las historias de los inmigrantes ya que cada uno tiene la suya.

 

 

Radostina Peteva

Mediadora intercultural de Procomar Valladolid Acoge